Reinhard Mucha surgió a mediados de la década de 1980 como una figura principal en un nuevo movimiento de arte europeo de carácter conceptual y reflexivo que rompió definitivamente con la hegemónica sensibilidad posmoderna traducida en las lamentables y anacrónicas pituras al más puro estilo ancestral propias de aquella loca década.
Construyó objetos realizados con los materiales encontrados en los propios espacios expositivos en los que intervenía realizando artilugios que ponen en cuestión los sistemas de visualización de arte. Objetos subordinados al servicio de la percepción tradicional de la obra de arte (como pedestales, vitrinas, o sistemas de alumbrado) se convierten en elementos protagonistas y, por tanto, susceptibles de ser concebidos con entidad propia como objeto artístico. De esta forma se produce un proceso de inversión en la relación entre la obra de arte y su soporte expositivo que nos parece sencillamente genial.
En su mítica obra El problema del fondo y de la forma en la arquitectura del barroco nos planteó una serie de complejas reflexiones en torno a la presencia de la obra de arte en relación al ámbito espacial que ocupa. Reinhard Mucha ha explorado en su obra las formas en alusión a la arquitectura y los espacios construidos, en este sentido, investigó un sentido de soledad y pérdida manifiesta a través de referencias a los espacios de vida y la ausencia.
…Y es que es innegable que ante una obra de Mucha no podemos evitar sentir una desoladora y fría emoción de melancolía.

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